ACLARACIONES INICIALES
KIGO (Escritura hecha con Pincel)
A partir de las diecinueve horas, cuando no había exhibición de cine en el período de descanso luego de comer, Meishu sama se dedicaba a escribir los caracteres de la Imagen de la Luz Divina y de Ohikaris. En esos momentos, también escuchaba radio. En los días de calor llegaba a escribir hasta con los hombros desnudos.
Realizaba esa labor durante una hora y media. Su destreza era sobrehumana. Hacía de cien a doscientas Imágenes y de seiscientos a setecientos Ohikaris en una hora. Por eso, los tres servidores que lo ayudaban tenían que ser ágiles y trabajar al mismo ritmo, ejecutando la tarea con perfecta sincronización.
Meishu sama decía: “Esta es una verdadera línea de montaje”, y aún más: “Yo tomo partido por la eficiencia”. Sonriendo agregaba: “A ustedes les llevará por lo menos tres años para hacerse hábiles”.
Las letras que Él escribía quedaban impregnadas de una energía extraordinaria y de un amor infinito; ejercían una enorme atracción. Cierto calígrafo lo alabó diciendo: “Es un artista maravilloso. Insuperable aún ejercitándose la vida entera”. En esa época, acababa de ser construído el Museo de Bellas Artes. Por eso, luego de terminar con el “kigo”, Meishu sama se quedaba hasta las 21:00 leyendo e investigando libros sobre Arte. Los principales eran de la colección de Eumorfopoulus, y los cuadernos de Hakutsuru y Seisanso Seisho (pertenecientes al Museo de Bellas Artes Nezu).
Además, leía colecciones de obras universales, a Taisho, Meikikian, etc.
MASAJES EN LOS HOMBROS
A las 21:00 horas Meishu sama descansaba escuchando los noticieros en la radio. Mientras tanto los servidores le hacían masajes en los hombros, y también a Nidai sama y a la tía. Todos, unánimemente afirmaban que los hombros de Meishu sama eran extremadamente suaves, sin ningún endurecimiento.
No era raro que las purificaciones de los servidores disminuyeran por el simple hecho de hacerle masajes. Algunos de ellos, satisfechos, decían: “Es un placer masajear los hombros de Meishu sama. Recibí muchas bendiciones con esa práctica”.
LA CENA LOS INFORMES
Meishu sama realizaba un refrigerio a las veintidós y treinta. Era una comida liviana: comía un sandwich, una fruta o fideos. Siempre oyendo radio.
Finalizado el noticiero, todos los servidores iban a llevarle sus saludos y agradecer por la protección recibida durante el día. Terminaba así un día más de trabajo de los servidores. Después, aunque surgiese alguna tarea, era el mismo Meishu sama quien la ejecutaba. Jamás los llamaba nuevamente, exceptuando a aquéllos que tenían tareas especiales.
Cierto día, más o menos a media noche, Meishu sama quiso tomar una soda. Un servidor que aún estaba trabajando, le dijo que iba a llamar a una de las señoras. Meishu sama le respondió: “No es necesario, creo que ya están durmiendo. Deje que yo voy a buscarla. Está en la heladera”. Y Él mismo iba a buscarla. Por otro lado si encontraba la heladera con la puerta abierta o desarreglada por dentro, al día siguiente llamaba al responsable y lo reprendía. Meishu sama era al mismo tiempo muy amable y muy severo.
Después del saludo de la noche, recibía de manos del secretario los informes referentes a los diversos sectores de la Institución. De acuerdo con el movimiento diario, transmitía las orientaciones adecuadas.
En lo concerniente a la difusión, Meishu sama estudiaba las condiciones para la expansión de la Institución, no sólo en Japón sino también en el exterior. Estaba siempre atento a las purificaciones ocurridas en el mundo. Y a los resultados del Johrei transmitido por los fieles.
Recibía, también, informes diarios sobre el número de visitantes al Museo de Bellas Artes, separados en miembros y público. Basado en esos informes, Meishu sama daba sus orientaciones.
Investigó también, con inusitado interés, sobre Agricultura Natural, procurando saber la situación de aquéllos que la divulgaran y las influencias del clima, la lluvia, los vientos, la temperatura, entre otros factores acerca de los cultivos.
MEISHU SAMA DICTABA SUS ENSEÑANZAS Y POEMAS
La lectura de los diarios terminaba aproximadamente a la media noche, y seguidamente Meishu sama comenzaba a dictar sus Enseñanzas o poemas. Así es como eso se procesaba. Un servidor, encargado de las anotaciones en los últimos años de la vida de Meishu sama, nos cuenta que el Maestro le dijo un día: “De hoy en adelante cuando yo lo llame, es para que anote lo que le voy a dictar. Tome lápiz y papel y venga corriendo”.
Por lo tanto, cuando era llamado, venía inmediatamente, lápiz y papel en mano, aunque Meishu sama estuviese en el baño o en el jardín. Si algún título le venía a su mente, estuviera donde estuviese, Meishu sama llamaba al servidor y le pedía que lo anotase. Siempre había de treinta a cuarenta títulos anotados. A la noche, el servidor los leía y Meishu sama escogía uno para desarrollarlo. Había títulos anotados para un mes.
Meishu sama dictaba ininterrumpidamente, pero con facilidad y sin ninguna excitación. Esperaba que el servidor terminara cada párrafo y continuaba dictando. Las Enseñanzas generalmente eran largas, llenaban tres o cuatro páginas y Meishu sama dictaba tres o cuatro por noche. En ocasión de las ceremonias, el salmo era pedido a Meishu sama con más o menos una semana de anticipación. El decía: “Bueno...”, y se ponía a reflexionar durante uno o dos minutos, transmitiéndose Johrei en la nuca. Luego decía: “Traiga la lapicera”, y comenzaba a componer con una rapidez extraordinaria. Hacía unos treinta poemas en apenas veinte minutos. Una persona que sirvió a Meishu sama anotando lo que Él dictaba, escribió lo siguiente: “Aquellas extraordinarias composiciones fluían como una corriente de agua. Las palabras salían fáciles y agradables. Después de escritas, bastaban dos o tres correcciones y quedaban perfectas. Son composiciones simples, cristalinas, concisas, y se caracterizan por poder ser fácilmente asimiladas por cualquier persona. Las explicaciones de Meishu sama son accesibles y hechas con sinceridad. Las ideas esenciales se hallan expresadas con convicción y en una forma perfecta. Son palabras iluminadas, de un ser sobrenatural. Revelan un gran amor y una fuerza capaz de transformar al mundo. Su inmenso amor despierta en el hombre el amor amplio, extensivo a toda la humanidad, y elimina los pecados y la infelicidad”.
Como Fundador de una religión, Meishu sama lideraba a millares de fieles, y por eso es natural imaginarse que vivía diariamente en el templo, completamente aislado, sin ningún interés en las cosas seculares, dedicado exclusivamente a la Obra Divina. Sin embargo, su vida no presentaba ninguna característica semejante a la de la vida de un asceta. Por lo menos, aparentemente, su vida diaria era bien común.
En la sala donde trabajaba no había ninguna decoración específicamente religiosa. Por ejemplo, el tokonoma (lugar elevado de la sala, en un hueco de la pared donde se colocan objetos de arte, ornamentos, etc.), había un jarrón con flores y un cuadro que reproducía un paisaje; en el centro, una mesa; en una esquina, una radio y un pequeño estante.
De esa forma, en un ambiente común, la Obra Sagrada de salvación de la humanidad se desarrollaba ininterrumpidamente y con increíble velocidad. Uno de los únicos aspectos que sobresalía era el hecho de que Meishu sama trabajaba en perfecta unión con Dios. Así, en ningún cuarto de la casa había Imagen de la Luz Divina u otros objetos de índole religiosa. Los servidores perfeccionaban su fe centralizándose en Meishu sama, siempre con los ojos profundamente fijos en Él, de modo que no había otra alternativa que actuar día y noche con seriedad.
Meishu sama siempre decía: “No desvíe su atención de mí. Haga el trabajo como si estuviese arriesgando su vida, centralizándose sólo en mi persona”. Por eso debíamos estar siempre alertas, y permanecer atentos a todas las situaciones.
Cuando Meishu sama distribuía tareas a los servidores lo hacía conforme a la capacidad de cada uno. Por eso, ante determinadas tareas, decía: “Actúe lo mejor posible, empleando toda su capacidad”. Por ejemplo, si una persona recibía el encargo de hacer “sumi” (tinta china), Él le exigía que se tornase insuperable en la ejecución de su trabajo. Acostumbraba a decir: “Aunque usted no se sienta importante, sea una persona capaz de cumplir exactamente con lo que le he encargado. Si usted consigue hacerlo tal cual yo le expliqué, será un héroe”.
Cierta vez, a un servidor que se atrasara en los preparativos a la hora en que Él iba a escribir caligrafías de la Imagen de la Luz Divina, le dijo: “Le ordené que hiciese sólo eso; por lo tanto, hágalo de cualquier manera. Si termina lo que le recomendé, puede dormir o divertirse el resto del tiempo, que no me importa. Jamás le reclamaré si eso ocurre”.
Siempre que Meishu sama reprendía a los dedicadores, era porque como fieles, sus pensamientos y actitudes no estaban de acuerdo con la Ley y con la lógica.
“No estar de acuerdo con la Ley” significa no estar centralizado en Meishu sama. La frase: “Trabaje centralizado en mí”, nos enseña que siempre debemos estar muy atentos. En el caso que de haya el menor desvío en sus pensamientos, la persona no logrará tener ese cuidado y atención.
Meishu sama censuraba severamente tales desvíos. El motivo por el cual debemos trabajar centralizados en Meishu sama es que Él mismo estaba centralizado en Dios, regulando su día en armonía con el Creador.
Era extremadamente riguroso en relación al horario. No sólo por tener innumerables ocupaciones, sino porque enseñaba a los fieles que también lo cumpliesen con rigor, pues ése es el camino para ser respetado. Así sus trabajos diarios eran divididos con la perfección de las agujas de un reloj.
Las tareas cotidianas de Meishu sama que serán narradas a continuación, datan de los últimos años de su existencia (alrededor de 1953), transcurridos en “HekiunSo”, su residencia en Atami.
EL DESPERTAR
Meishu sama ordenaba que más o menos a las siete y treinta un servidor lo llamara, diciéndole: “Es hora”. En seguida el servidor encendía la radio y, desde la cama, Meishu sama oía los programas de N.H.K. como por ejemplo: “La visita de la mañana”. A las ocho se levantaba.
Había una radio en cada habitación de su casa. Excepto cuando salía, estaba siempre con la radio encendida, aún en los momentos de trabajo, como si fuese un fondo musical. Sobre todo nunca dejaba de oir los noticieros.
Cuando Meishu sama dormía profundamente y le costaba despertar, el servidor encargado de llamarlo, lo hacía varias veces después de darle su primer buen día. Una que otra vez el servidor quedaba esperando hasta las ocho, cuando volvía a llamarlo diciendo: “Es la hora del noticiero” y a veces ni así despertaba. En esas ocasiones al despertar decía: “¿Ya terminó el noticiero?; en adelante llámeme en voz alta, sin vergüenza”, y ante la explicación del servidor: “Es que usted estaba tan profundamente dormido...”, Meishu sama respondía: “No importa cuán profundamente dormido yo estuviere. Puede hasta sacudirme para despertarme. No se debe tener compasión barata”.
EL BAÑO
Meishu sama se levantaba a las ocho e inmediatamente tomaba un baño.
Lavaba su rostro teniendo cuidados especiales con sus dientes, pues cuando joven, habría sufrido durante mucho tiempo terribles dolores que hasta le hicieron pensar en el suicidio.
El baño duraba cerca de diez minutos, y desde la bañera Meishu sama oía el noticiero en su radio portátil. La temperatura del agua era bien baja; para otras personas casi insoportable. El servidor siempre la controlaba con un termómetro y tanto en verano como en invierno debía marcar 38° C. (Meishu sama tomaba otro baño a las cinco y media de la tarde). Si la temperatura estuviese un poco más baja o más alta, el servidor era reprendido inmediatamente, pues Meishu sama tenía los sentidos muy agudizados.
Es curioso que Meishu sama oyera radio hasta en el baño, mas Él lo hacía aunque estuviese muy atareado y oía, sobre todo, los noticieros. Eso muestra su gran interés de estar siempre al tanto de los acontecimientos ocurridos en el mundo. Tomando conocimiento de esos acontecimientos venían a su mente con toda claridad las soluciones adecuadas a cada caso. Al oír, por ejemplo, el programa “Doctor Radio”, mostraba un interés extraordinario y a veces hacía anotaciones.
Cierto día, luego de salir del baño, Meishu sama fue a su cuarto. Habitualmente las personas que servían directamente con Él, lo esperaban al salir del baño para saludarlo en la mañana. Los otros servidores lo saludaban a la hora del desayuno.
En una oportunidad, uno de los servidores llegó con uno o dos minutos de atraso por estar terminando un servicio que Nidai sama le había solicitado. Meishu sama lo reprendió severamente durante treinta minutos, pues quería saber cómo interpretaba el saludo matinal. Y luego le advirtió: “¿Sabe usted por qué en esta casa no hay Imagen de la Luz Divina?; si lo sabe, debe comprender el verdadero significado del saludo de todas las mañanas”.
LECTURA DE LOS DIARIOS
Después del baño, y aunque fuese invierno y estuviese nevando, Meishu sama permanecía semi vestido o de “yukata” (ropa liviana para usar después del baño), y durante veinte o treinta minutos leía los diarios matutinos. Respecto de eso, Él explicaba: “Siento mucho calor, igual que luego de un baño de agua termal”.
Meishu sama hojeaba decenas de diarios: no sólo los más importantes de Tokio sino también los regionales, y marcaba con un lápiz rojo los títulos de los artículos que deseaba leer posteriormente con mayores detalles. Por la noche tenía un horario destinado a la lectura de los diarios, que era hecha por los servidores. En esto, como en su interés por la radio podemos descubrir los dos grandes secretos del vasto y profundo conocimiento que Él adquirió sobre política, economía, religión, educación, arte y otros aspectos de la cultura en su día extremadamente atareado.
DESAYUNO
Luego de examinar atentamente varios diarios, Meishu sama tomaba su desayuno. En esas oportunidades dispensaba el máximo de atención para los mínimos detalles.
Hablaba constantemente de “alimentación equilibrada”. Por ejemplo: si de mañana ingería 70% de vegetales y 30% de carne, de noche debería hacer lo contrario. De esa manera seguía un método lógico de alimentación. Por lo tanto la persona encargada de prepararle la comida, le preguntaba más o menos cuál debería ser el menú diciendo: “Tenemos tales y tales ingredientes...”, entonces Él decía: “Entonces haga esto o aquello”. Tenía especial preferencia por la batata dulce cocinada al vapor, que le servían infaliblemente todas las mañanas.
SALUDO DE LOS SERVIDORES
Terminado el desayuno, todos aquéllos que dedicaban en HekiunSo (residencia de Meishu sama en Atami), iban juntos a la sala para saludarlo. A la hora del saludo, Meishu sama los observaba rápidamente. Cuando percibía que alguno de ellos tenía la mirada distraída, le ordenaba una tarea.
Le decía por ejemplo: “Tráigame un fósforo” o “Dejé un libro allá, vaya a buscarlo”.
El mirar distraído significaba que había alguna desarmonía en el pensamiento del servidor y que si en ese momento era incluído en algún trabajo, generalmente cometía una falla. Entonces Meishu sama le hacía una severa advertencia y él despertaba, recuperando su atención.
Meishu sama utilizaba frecuentemente ese método de advertencia. Por eso los servidores se esforzaban para estar siempre cuidadosos y atentos. Además de eso, Él exigía que el saludo fuera hecho no solamente por los servidores sino también por sus familiares.
LAS VISITAS EL BARBERO
Luego del desayuno, cuando Meishu sama esperaba otras visitas además de los fieles, Él mismo cambiaba el cuadro del tokonoma y hacía los arreglos florales, preparándose para recibirlas. Procedía así no solamente con sus visitas, sino también con cuantos iban a su casa, inclusive los profesores de la Ceremonia del té y “nagauta” (modalidad de música cantada) de Nidai sama. El atendía todo.
Cada dos días, Meishu sama llamaba al barbero, que alternádamente le cortaba el cabello o lo afeitaba. Al comienzo venía un peluquero desde Tokio, pero por un problema de horario, Meishu sama terminó por despedirlo, y llamó posteriormente a un peluquero local, quien lo sirvió hasta su ascención. Este se levantaba metódicamente a las cinco de la mañana, tomaba su baño y quince minutos antes de la hora señalada se encontraba a disposición de Meishu sama. Aquí registramos un recuerdo de ese barbero:
“Yo tenía el hábito de utilizar los mejores instrumentos cuando iba a la casa de Meishu sama. Si adquiría otros de mejor calidad, eran ésos los que usaba. Un día Él me dijo: "La navaja de hoy es diferente, y la tijera es nueva, ¿no es así?. Pero éstas son mejores".
Dijo esto sin haber visto aún aquellos instrumentos, observación que sólo pudo haber hecho un profesional después de un cuidadoso examen. Quedé, pues, impresionado con la sensibilidad de Meishu sama que no titubeaba en hacer aquella observación”.
Cuando el peluquero iba a cortarle el cabello, Meishu sama llamaba a un servidor para que le leyese un libro o una revista, o si no, oía radio. Le gustaba principalmente escuchar la lectura de libros relacionados con el Arte, construcción, etc. Cuando el servidor cometía alguna falla, Él lo corregía inmediatamente.
En los días en que no tenía visitas, Meishu sama generalmente dictaba Enseñanzas o corregía las que dictara la noche anterior.
LAS ENTREVISTAS
En esa época eran reservados diez días en el mes para las entrevistas. En el día 1, Meishu sama concedía entrevistas a los miembros calificados; los días 5, 6, 7, 15, 16, 17, 25, 26, y 27, a los fieles en general y a aquéllos que se reunían en la Sede Provisoria, situada en el barrio de Sakemi, Meishu sama daba amplias explicaciones sobre religión, política, cultura y otros asuntos de libre elección.
Aproximadamente hasta el año 1952, El siempre respondía por escrito a las preguntas formuladas por los fieles. En los últimos años de su vida, recibía las preguntas verbalmente de los miembros calificados y respondía inmediatamente. Recibía también preguntas de los fieles en general por intermedio de ellos.
En aquella época, un periodista se expresó de la siguiente manera respecto de una entrevista realizada en Sakemi: “Me asombré cuando subí al primer piso: un salón inmenso y una escalera cubierta con lona estaban repletas de viejos y jóvenes, hombres y mujeres, que totalizaban un número superior a las mil personas que conversaban y reían alegremente. Me parecía estar en una sala pública de diversión y no había nada que se pareciese a una religión.
Como yo no era miembro de la Institución sino un simple espectador intruso, quedé retraído en un rincón. De repente, una voz anunció por altoparlante: "Iniciaremos ahora la Ceremonia Matutina". Todas las personas que estaban completamente desconcentradas, tomaron posición de reverencia.
El Culto era simple. Entonaban al unísono una oración que llamaban "Amatsu Norito" y, en seguida, un salmo de autoría del Fundador.
"Creo que va a aparecer el Fundador" pensé, y tragando saliva quedé con la mirada fija en la entrada, a la derecha del tokonoma. En ese lugar había un cuadro de la diosa Kannon, pintado por el mismo Meishu sama.
Sin mucha demora, se abrió la puerta corrediza y el Fundador entró. Todos al mismo tiempo hicieron una reverencia. El pasó frente a los asistentes y subió a una tarima que estaba en un plano más alto; unos treinta centímetros más o menos. Sobre una mesa redonda había un micrófono. El maestro se sentó en una silla detrás de la mesa. El Presidente de la Iglesia, que estaba en la primera fila, hizo una nueva reverencia y dijo respetuosamente: "Meishu sama, por favor concédanos su orientación". Callado, el Fundador destapó una taza de té y bebió un trago; enseguida dijo: "Escribí un artículo titulado: Deseo la opinión de los periodistas. Me gustaría que lo oyeran".
Un joven recibió un manuscrito de las manos del Maestro y lo leyó ante otro micrófono. Las entrevistas comenzaban a las once y duraban cerca de una hora.
Las lecturas hechas por los servidores versaban sobre religión, crítica de arte, problemas de actualidad, etc. Algunas veces el Maestro les hacía leer textos humorísticos, del género satírico, y se divertía junto con ellos.
CONSAGRACION DE OHIKARI
Al mediodía, Meishu sama consagraba Ohikaris, siempre oyendo noticias por radio. No siempre la consagración era a esa hora, pero sí infaliblemente en el momento en que estuviesen irradiando algún noticiero.
Consagraba el Ohikari elevándolo hasta la altura de la cabeza. Decía: “Me bastaría escribir una letra, pero como existe el Johrei, debo elevar aún más la energía espiritual impregnada en el Ohikari”. De esa manera la energía transmitida en el Johrei se tornaba aún mayor.
Escribiendo sus manuscritos, conferenciando con los visitantes y hasta consagrando Ohikaris, Meishu sama oía noticieros. El decía: “La cabeza y los oídos están desocupados”.
Era cuestión de oír los noticieros para comprender el significado de los acontecimientos de Japón y del mundo, y de acuerdo con ellos desarrollar la Obra Divina de construcción del Paraíso Terrenal.
Cierto día, Meishu sama conversaba con un profesor y al mismo tiempo, oía radio y hacía un trabajo. En un rincón de la sala, un acompañante oía la conversación con gran atención.
En medio del diálogo, Meishu sama le dice a su interlocutor que en la radio estaban hablando sobre determinadas cosas. “¡¿Eh?! ...; ¡Yo estaba distraído!” dice el otro.
El acompañante, que observaba la escena, quedó impresionado pensando: “¡Qué extraordinario es Meishu sama consigue perfectamente dedicarse al trabajo, oír el noticiero y simultáneamente mantener un diálogo. No puede ser un hombre común!”.
Meishu sama siempre decía: “Trabajo dos veces más que cualquier hombre”. En este aspecto, parece el príncipe regente Shotoku, que oía a diez personas al mismo tiempo, cosa imposible para una persona común.
Una noche Meishu sama dictaba “Suntetsu” (texto breve y humorístico, de tono satírico), mientras alguien le leía un artículo sobre Arte. En cierto momento un servidor vino a pedirle Johrei y Él se lo transmitió sin interrumpir lo que estaba haciendo. ¿Acciones como éstas, serían propias de un hombre común?.
CONSTRUCCIÓN DE JARDINES. PASEOS. APRECIACIÓN DE OBRAS DE ARTE
Meishu sama almorzaba aproximadamente a las doce y media. Después de comer, cuando no tenía que realizar visitas, conferenciaba con dirigentes de la Insititución o personas ligadas al Arte. Algunas veces trasmitía Johrei a los dirigentes o pedía que le leyesen los textos que había dictado, o relatos de gracias alcanzadas por los fieles, o artículos enviados por otras personas.
En los días en que había muchos visitantes, igualmente Meishu sama finalizaba las entrevistas indefectiblemente a las tres de la tarde. Entonces, lloviese o tronase, iba a inspeccionar las obras del Zuiunkyo de Atami que estaban en pleno crecimiento.
No sólo en esas ocasiones, sino todas las veces que salía, era acompañado por Nidai sama.
La Construcción de los jardines del Zuiunyo y del Shinsenkyo, en Hakone, fuese un árbol, un césped, una piedra, lógicamente obedecía a la voluntad de Meishu sama. Pero Él orientaba sobre todo en relación a puntos extremadamente vitales. Decía: “Cuando estoy en este lugar las ideas generales me vienen espontáneamente. Por eso actúo de acuerdo con esas ideas”. Eso no sucedía sólo con la construcción de los jardines. Meishu sama ejecutaba todo siguiendo los designios de Dios. Se puede pensar, verdaderamente, en una Fuente de Sabiduría Divina.
De regreso del Zuiunkyo, cuando el tiempo estaba bueno, Meishu sama descendía del auto y paseaba por la Ciudad de Atami, andando a pie hasta el “HekiunSo”. Cuando no iba al Zuiunkyo, paseaba por el jardín llevando consigo una tijera. Para ese paseo reservaba una hora especial en su atareadísimo día, nada común en la vida de un hombre cualquiera. Eso era de real importancia para descansar el cerebro de aquel ser tan extraordinario. Meishu sama siempre decía:“No debemos permitir que el trabajo nos persiga, nosotros debemos perseguirlo. Y no debemos realizarlo con sufrimiento, si no trabajamos alegremente, no habrá ninguna utilidad”. De hecho, aunque Meishu sama determinaba sus tareas diarias con mucho rigor, nunca mostraba el mínimo de aflicción, y las ejecutaba cómoda y alegremente todos los días.
En verano, cuando residía en Hakone, Meishu sama tenía el hábito de pasear por los jardines, acompañado de Nidai sama y de una tía, en un breve descanso luego de las comidas. En esos paseos observaba cuidadosamente los lirios, las azaleas, el “hagui”, los bordos, los musgos, etc. Cuando se encontraba con el jardinero que cuidaba de esas plantas, siempre le dirigía palabras llenas de amor: “Muchas gracias; sea cual fuere el árbol, aunque pequeñito, si lo cuida bien se transformará en un bello árbol”. O comentaba con Nidai sama respecto de los fieles: “¿Cómo estará este Jardín cuando los fieles vengan aquí?, ¿Para la próxima visita estará completamente florecido?, sería bueno que pudiesen admirarlos en la época mejor”.
Podríamos comprender claramente la especial admiración que Meishu sama tenía por las obras de arte, si tenemos contacto con las obras expuestas en el Museo de Hakone.
Allá, en su vida diaria, Él estaba en contacto permanente con objetos artísticos. Su vida estaba íntimamente ligada al arte. Durante su breve descanso vespertino arreglaba su tiempo para, cada dos o tres días, poder acomodar y apreciar las porcelanas, las estatuas y los cuadros. Además de eso, organizaba y hacía investigaciones. De vez en cuando visitaba los museos de Bellas Artes e Histórico de Tokio, y era un asiduo frecuentador de exposiciones.
Meishu sama viajaba dos veces por año a la región de Kansai en primavera y en otoño. Su objetivo, al realizar tales viajes, era captar las bellezas de la región.
Si durante las entrevistas surgían discusiones sobre el Arte, esto era motivo de gran alegría para Él. Después de la construcción del Museo de Bellas Artes, en Hakone, Meishu sama iba allá diariamente, lo mismo en días de lluvia o de viento, a fin de dar orientaciones sobre la exposición de las obras. Se preocupaba por los mínimos detalles. Antes de cada exposición, en el Kanzantei, hacía un minucioso estudio sobre las obras a ser expuestas, preocupándose por su orden, posición, armonía con las otras obras, etc.
En los días en que no hacía visitas, se quedaba aproximadamente hasta las cinco de la tarde dictando o corrigiendo textos. A las tres, tomaba una leve merienda (té con dulces), oyendo noticias por radio. Le gustaban mucho los dulces, que comía dos o tres veces por día, y decía: “Las personas saludables gustan de los dulces”.
JOHREI PARA LOS SERVIDORES
A las cinco de la tarde, hora del noticiero, Meishu sama encendía la radio y afectuosamente transmitía Johrei a los servidores en purificación. En apenas algunos minutos ellos recuperaban las energías y volvían a servir con gratitud y constancia.
Los pedidos de Johrei generalmente eran hechos a la hora del desayuno. El simple acto de hacer el pedido por parte de la persona, muchas veces ya era suficiente para que desapareciese su sufrimiento. Lo mismo ocurría con personas gravemente enfermas, que algunas veces recibían gracias con sólo una oración solicitada por telegrama.
Aunque estuviese muy atareado o cansado, Meishu sama decía: “Aquél que esté purificando, dígamelo sin vergüenza”. Transmitía Johrei a sus familiares o a los servidores de la misma manera, sin hacer distinción alguna. Si debido a sus innumerables tareas, una persona en purificación diera muchas vueltas para pedirle Johrei, Meishu sama lo reprendía: “La vergüenza es pecado. ¿Por qué no me pide Johrei en vez de estar sufriendo?”.
En esas condiciones, cuando algún servidor era atacado por un mal repentino, se le comunicaba a Meishu sama que decía: “Tráigalo inmediatamente”, y con todo placer Él le transmitía Johrei.
COMIDAS, CINE
A las cinco y media de la tarde Meishu sama tomaba otro baño y hojeaba los diarios vespertinos. Como hacía por la mañana, señalaba los títulos con un lápiz rojo. A las veintitres, reunía los diarios matutinos y vespertinos y pedía que un servidor se los leyese.
La cena era a las dieciocho. En esa ocasión, la familia entera se reunía, y se podía observar un ambiente familiar armonioso y agradable. Cuando una amistad íntima era invitada, las charlas se tornaban cada vez más animadas, y se formaba una atmósfera de tanta alegría, que daba la impresión de una comida en el Paraíso Terrenal.
En los días impares, luego de comer, se exhibían filmes para entretenimiento de los servidores, en Sakemi, y Meishu sama también los miraba acompañado de Nidai sama. A ella le gustaba mucho el cine y acostumbraba a decir: “Yendo al cine, nos tornamos más inteligentes”.
En el caso de que algún servidor no asistiese al filme debido a sus quehaceres, Meishu sama hasta lo reprendía: “Debía haber ido y dejado su tarea en la cocina para después. No debe perderse filmes como ése”.
En la sala donde trabajaba no había ninguna decoración específicamente religiosa. Por ejemplo, el tokonoma (lugar elevado de la sala, en un hueco de la pared donde se colocan objetos de arte, ornamentos, etc.), había un jarrón con flores y un cuadro que reproducía un paisaje; en el centro, una mesa; en una esquina, una radio y un pequeño estante.
De esa forma, en un ambiente común, la Obra Sagrada de salvación de la humanidad se desarrollaba ininterrumpidamente y con increíble velocidad. Uno de los únicos aspectos que sobresalía era el hecho de que Meishu sama trabajaba en perfecta unión con Dios. Así, en ningún cuarto de la casa había Imagen de la Luz Divina u otros objetos de índole religiosa. Los servidores perfeccionaban su fe centralizándose en Meishu sama, siempre con los ojos profundamente fijos en Él, de modo que no había otra alternativa que actuar día y noche con seriedad.
Meishu sama siempre decía: “No desvíe su atención de mí. Haga el trabajo como si estuviese arriesgando su vida, centralizándose sólo en mi persona”. Por eso debíamos estar siempre alertas, y permanecer atentos a todas las situaciones.
Cuando Meishu sama distribuía tareas a los servidores lo hacía conforme a la capacidad de cada uno. Por eso, ante determinadas tareas, decía: “Actúe lo mejor posible, empleando toda su capacidad”. Por ejemplo, si una persona recibía el encargo de hacer “sumi” (tinta china), Él le exigía que se tornase insuperable en la ejecución de su trabajo. Acostumbraba a decir: “Aunque usted no se sienta importante, sea una persona capaz de cumplir exactamente con lo que le he encargado. Si usted consigue hacerlo tal cual yo le expliqué, será un héroe”.
Cierta vez, a un servidor que se atrasara en los preparativos a la hora en que Él iba a escribir caligrafías de la Imagen de la Luz Divina, le dijo: “Le ordené que hiciese sólo eso; por lo tanto, hágalo de cualquier manera. Si termina lo que le recomendé, puede dormir o divertirse el resto del tiempo, que no me importa. Jamás le reclamaré si eso ocurre”.
Siempre que Meishu sama reprendía a los dedicadores, era porque como fieles, sus pensamientos y actitudes no estaban de acuerdo con la Ley y con la lógica.
“No estar de acuerdo con la Ley” significa no estar centralizado en Meishu sama. La frase: “Trabaje centralizado en mí”, nos enseña que siempre debemos estar muy atentos. En el caso que de haya el menor desvío en sus pensamientos, la persona no logrará tener ese cuidado y atención.
Meishu sama censuraba severamente tales desvíos. El motivo por el cual debemos trabajar centralizados en Meishu sama es que Él mismo estaba centralizado en Dios, regulando su día en armonía con el Creador.
Era extremadamente riguroso en relación al horario. No sólo por tener innumerables ocupaciones, sino porque enseñaba a los fieles que también lo cumpliesen con rigor, pues ése es el camino para ser respetado. Así sus trabajos diarios eran divididos con la perfección de las agujas de un reloj.
Las tareas cotidianas de Meishu sama que serán narradas a continuación, datan de los últimos años de su existencia (alrededor de 1953), transcurridos en “HekiunSo”, su residencia en Atami.
EL DESPERTAR
Meishu sama ordenaba que más o menos a las siete y treinta un servidor lo llamara, diciéndole: “Es hora”. En seguida el servidor encendía la radio y, desde la cama, Meishu sama oía los programas de N.H.K. como por ejemplo: “La visita de la mañana”. A las ocho se levantaba.
Había una radio en cada habitación de su casa. Excepto cuando salía, estaba siempre con la radio encendida, aún en los momentos de trabajo, como si fuese un fondo musical. Sobre todo nunca dejaba de oir los noticieros.
Cuando Meishu sama dormía profundamente y le costaba despertar, el servidor encargado de llamarlo, lo hacía varias veces después de darle su primer buen día. Una que otra vez el servidor quedaba esperando hasta las ocho, cuando volvía a llamarlo diciendo: “Es la hora del noticiero” y a veces ni así despertaba. En esas ocasiones al despertar decía: “¿Ya terminó el noticiero?; en adelante llámeme en voz alta, sin vergüenza”, y ante la explicación del servidor: “Es que usted estaba tan profundamente dormido...”, Meishu sama respondía: “No importa cuán profundamente dormido yo estuviere. Puede hasta sacudirme para despertarme. No se debe tener compasión barata”.
EL BAÑO
Meishu sama se levantaba a las ocho e inmediatamente tomaba un baño.
Lavaba su rostro teniendo cuidados especiales con sus dientes, pues cuando joven, habría sufrido durante mucho tiempo terribles dolores que hasta le hicieron pensar en el suicidio.
El baño duraba cerca de diez minutos, y desde la bañera Meishu sama oía el noticiero en su radio portátil. La temperatura del agua era bien baja; para otras personas casi insoportable. El servidor siempre la controlaba con un termómetro y tanto en verano como en invierno debía marcar 38° C. (Meishu sama tomaba otro baño a las cinco y media de la tarde). Si la temperatura estuviese un poco más baja o más alta, el servidor era reprendido inmediatamente, pues Meishu sama tenía los sentidos muy agudizados.
Es curioso que Meishu sama oyera radio hasta en el baño, mas Él lo hacía aunque estuviese muy atareado y oía, sobre todo, los noticieros. Eso muestra su gran interés de estar siempre al tanto de los acontecimientos ocurridos en el mundo. Tomando conocimiento de esos acontecimientos venían a su mente con toda claridad las soluciones adecuadas a cada caso. Al oír, por ejemplo, el programa “Doctor Radio”, mostraba un interés extraordinario y a veces hacía anotaciones.
Cierto día, luego de salir del baño, Meishu sama fue a su cuarto. Habitualmente las personas que servían directamente con Él, lo esperaban al salir del baño para saludarlo en la mañana. Los otros servidores lo saludaban a la hora del desayuno.
En una oportunidad, uno de los servidores llegó con uno o dos minutos de atraso por estar terminando un servicio que Nidai sama le había solicitado. Meishu sama lo reprendió severamente durante treinta minutos, pues quería saber cómo interpretaba el saludo matinal. Y luego le advirtió: “¿Sabe usted por qué en esta casa no hay Imagen de la Luz Divina?; si lo sabe, debe comprender el verdadero significado del saludo de todas las mañanas”.
LECTURA DE LOS DIARIOS
Después del baño, y aunque fuese invierno y estuviese nevando, Meishu sama permanecía semi vestido o de “yukata” (ropa liviana para usar después del baño), y durante veinte o treinta minutos leía los diarios matutinos. Respecto de eso, Él explicaba: “Siento mucho calor, igual que luego de un baño de agua termal”.
Meishu sama hojeaba decenas de diarios: no sólo los más importantes de Tokio sino también los regionales, y marcaba con un lápiz rojo los títulos de los artículos que deseaba leer posteriormente con mayores detalles. Por la noche tenía un horario destinado a la lectura de los diarios, que era hecha por los servidores. En esto, como en su interés por la radio podemos descubrir los dos grandes secretos del vasto y profundo conocimiento que Él adquirió sobre política, economía, religión, educación, arte y otros aspectos de la cultura en su día extremadamente atareado.
DESAYUNO
Luego de examinar atentamente varios diarios, Meishu sama tomaba su desayuno. En esas oportunidades dispensaba el máximo de atención para los mínimos detalles.
Hablaba constantemente de “alimentación equilibrada”. Por ejemplo: si de mañana ingería 70% de vegetales y 30% de carne, de noche debería hacer lo contrario. De esa manera seguía un método lógico de alimentación. Por lo tanto la persona encargada de prepararle la comida, le preguntaba más o menos cuál debería ser el menú diciendo: “Tenemos tales y tales ingredientes...”, entonces Él decía: “Entonces haga esto o aquello”. Tenía especial preferencia por la batata dulce cocinada al vapor, que le servían infaliblemente todas las mañanas.
SALUDO DE LOS SERVIDORES
Terminado el desayuno, todos aquéllos que dedicaban en HekiunSo (residencia de Meishu sama en Atami), iban juntos a la sala para saludarlo. A la hora del saludo, Meishu sama los observaba rápidamente. Cuando percibía que alguno de ellos tenía la mirada distraída, le ordenaba una tarea.
Le decía por ejemplo: “Tráigame un fósforo” o “Dejé un libro allá, vaya a buscarlo”.
El mirar distraído significaba que había alguna desarmonía en el pensamiento del servidor y que si en ese momento era incluído en algún trabajo, generalmente cometía una falla. Entonces Meishu sama le hacía una severa advertencia y él despertaba, recuperando su atención.
Meishu sama utilizaba frecuentemente ese método de advertencia. Por eso los servidores se esforzaban para estar siempre cuidadosos y atentos. Además de eso, Él exigía que el saludo fuera hecho no solamente por los servidores sino también por sus familiares.
LAS VISITAS EL BARBERO
Luego del desayuno, cuando Meishu sama esperaba otras visitas además de los fieles, Él mismo cambiaba el cuadro del tokonoma y hacía los arreglos florales, preparándose para recibirlas. Procedía así no solamente con sus visitas, sino también con cuantos iban a su casa, inclusive los profesores de la Ceremonia del té y “nagauta” (modalidad de música cantada) de Nidai sama. El atendía todo.
Cada dos días, Meishu sama llamaba al barbero, que alternádamente le cortaba el cabello o lo afeitaba. Al comienzo venía un peluquero desde Tokio, pero por un problema de horario, Meishu sama terminó por despedirlo, y llamó posteriormente a un peluquero local, quien lo sirvió hasta su ascención. Este se levantaba metódicamente a las cinco de la mañana, tomaba su baño y quince minutos antes de la hora señalada se encontraba a disposición de Meishu sama. Aquí registramos un recuerdo de ese barbero:
“Yo tenía el hábito de utilizar los mejores instrumentos cuando iba a la casa de Meishu sama. Si adquiría otros de mejor calidad, eran ésos los que usaba. Un día Él me dijo: "La navaja de hoy es diferente, y la tijera es nueva, ¿no es así?. Pero éstas son mejores".
Dijo esto sin haber visto aún aquellos instrumentos, observación que sólo pudo haber hecho un profesional después de un cuidadoso examen. Quedé, pues, impresionado con la sensibilidad de Meishu sama que no titubeaba en hacer aquella observación”.
Cuando el peluquero iba a cortarle el cabello, Meishu sama llamaba a un servidor para que le leyese un libro o una revista, o si no, oía radio. Le gustaba principalmente escuchar la lectura de libros relacionados con el Arte, construcción, etc. Cuando el servidor cometía alguna falla, Él lo corregía inmediatamente.
En los días en que no tenía visitas, Meishu sama generalmente dictaba Enseñanzas o corregía las que dictara la noche anterior.
LAS ENTREVISTAS
En esa época eran reservados diez días en el mes para las entrevistas. En el día 1, Meishu sama concedía entrevistas a los miembros calificados; los días 5, 6, 7, 15, 16, 17, 25, 26, y 27, a los fieles en general y a aquéllos que se reunían en la Sede Provisoria, situada en el barrio de Sakemi, Meishu sama daba amplias explicaciones sobre religión, política, cultura y otros asuntos de libre elección.
Aproximadamente hasta el año 1952, El siempre respondía por escrito a las preguntas formuladas por los fieles. En los últimos años de su vida, recibía las preguntas verbalmente de los miembros calificados y respondía inmediatamente. Recibía también preguntas de los fieles en general por intermedio de ellos.
En aquella época, un periodista se expresó de la siguiente manera respecto de una entrevista realizada en Sakemi: “Me asombré cuando subí al primer piso: un salón inmenso y una escalera cubierta con lona estaban repletas de viejos y jóvenes, hombres y mujeres, que totalizaban un número superior a las mil personas que conversaban y reían alegremente. Me parecía estar en una sala pública de diversión y no había nada que se pareciese a una religión.
Como yo no era miembro de la Institución sino un simple espectador intruso, quedé retraído en un rincón. De repente, una voz anunció por altoparlante: "Iniciaremos ahora la Ceremonia Matutina". Todas las personas que estaban completamente desconcentradas, tomaron posición de reverencia.
El Culto era simple. Entonaban al unísono una oración que llamaban "Amatsu Norito" y, en seguida, un salmo de autoría del Fundador.
"Creo que va a aparecer el Fundador" pensé, y tragando saliva quedé con la mirada fija en la entrada, a la derecha del tokonoma. En ese lugar había un cuadro de la diosa Kannon, pintado por el mismo Meishu sama.
Sin mucha demora, se abrió la puerta corrediza y el Fundador entró. Todos al mismo tiempo hicieron una reverencia. El pasó frente a los asistentes y subió a una tarima que estaba en un plano más alto; unos treinta centímetros más o menos. Sobre una mesa redonda había un micrófono. El maestro se sentó en una silla detrás de la mesa. El Presidente de la Iglesia, que estaba en la primera fila, hizo una nueva reverencia y dijo respetuosamente: "Meishu sama, por favor concédanos su orientación". Callado, el Fundador destapó una taza de té y bebió un trago; enseguida dijo: "Escribí un artículo titulado: Deseo la opinión de los periodistas. Me gustaría que lo oyeran".
Un joven recibió un manuscrito de las manos del Maestro y lo leyó ante otro micrófono. Las entrevistas comenzaban a las once y duraban cerca de una hora.
Las lecturas hechas por los servidores versaban sobre religión, crítica de arte, problemas de actualidad, etc. Algunas veces el Maestro les hacía leer textos humorísticos, del género satírico, y se divertía junto con ellos.
CONSAGRACION DE OHIKARI
Al mediodía, Meishu sama consagraba Ohikaris, siempre oyendo noticias por radio. No siempre la consagración era a esa hora, pero sí infaliblemente en el momento en que estuviesen irradiando algún noticiero.
Consagraba el Ohikari elevándolo hasta la altura de la cabeza. Decía: “Me bastaría escribir una letra, pero como existe el Johrei, debo elevar aún más la energía espiritual impregnada en el Ohikari”. De esa manera la energía transmitida en el Johrei se tornaba aún mayor.
Escribiendo sus manuscritos, conferenciando con los visitantes y hasta consagrando Ohikaris, Meishu sama oía noticieros. El decía: “La cabeza y los oídos están desocupados”.
Era cuestión de oír los noticieros para comprender el significado de los acontecimientos de Japón y del mundo, y de acuerdo con ellos desarrollar la Obra Divina de construcción del Paraíso Terrenal.
Cierto día, Meishu sama conversaba con un profesor y al mismo tiempo, oía radio y hacía un trabajo. En un rincón de la sala, un acompañante oía la conversación con gran atención.
En medio del diálogo, Meishu sama le dice a su interlocutor que en la radio estaban hablando sobre determinadas cosas. “¡¿Eh?! ...; ¡Yo estaba distraído!” dice el otro.
El acompañante, que observaba la escena, quedó impresionado pensando: “¡Qué extraordinario es Meishu sama consigue perfectamente dedicarse al trabajo, oír el noticiero y simultáneamente mantener un diálogo. No puede ser un hombre común!”.
Meishu sama siempre decía: “Trabajo dos veces más que cualquier hombre”. En este aspecto, parece el príncipe regente Shotoku, que oía a diez personas al mismo tiempo, cosa imposible para una persona común.
Una noche Meishu sama dictaba “Suntetsu” (texto breve y humorístico, de tono satírico), mientras alguien le leía un artículo sobre Arte. En cierto momento un servidor vino a pedirle Johrei y Él se lo transmitió sin interrumpir lo que estaba haciendo. ¿Acciones como éstas, serían propias de un hombre común?.
CONSTRUCCIÓN DE JARDINES. PASEOS. APRECIACIÓN DE OBRAS DE ARTE
Meishu sama almorzaba aproximadamente a las doce y media. Después de comer, cuando no tenía que realizar visitas, conferenciaba con dirigentes de la Insititución o personas ligadas al Arte. Algunas veces trasmitía Johrei a los dirigentes o pedía que le leyesen los textos que había dictado, o relatos de gracias alcanzadas por los fieles, o artículos enviados por otras personas.
En los días en que había muchos visitantes, igualmente Meishu sama finalizaba las entrevistas indefectiblemente a las tres de la tarde. Entonces, lloviese o tronase, iba a inspeccionar las obras del Zuiunkyo de Atami que estaban en pleno crecimiento.
No sólo en esas ocasiones, sino todas las veces que salía, era acompañado por Nidai sama.
La Construcción de los jardines del Zuiunyo y del Shinsenkyo, en Hakone, fuese un árbol, un césped, una piedra, lógicamente obedecía a la voluntad de Meishu sama. Pero Él orientaba sobre todo en relación a puntos extremadamente vitales. Decía: “Cuando estoy en este lugar las ideas generales me vienen espontáneamente. Por eso actúo de acuerdo con esas ideas”. Eso no sucedía sólo con la construcción de los jardines. Meishu sama ejecutaba todo siguiendo los designios de Dios. Se puede pensar, verdaderamente, en una Fuente de Sabiduría Divina.
De regreso del Zuiunkyo, cuando el tiempo estaba bueno, Meishu sama descendía del auto y paseaba por la Ciudad de Atami, andando a pie hasta el “HekiunSo”. Cuando no iba al Zuiunkyo, paseaba por el jardín llevando consigo una tijera. Para ese paseo reservaba una hora especial en su atareadísimo día, nada común en la vida de un hombre cualquiera. Eso era de real importancia para descansar el cerebro de aquel ser tan extraordinario. Meishu sama siempre decía:“No debemos permitir que el trabajo nos persiga, nosotros debemos perseguirlo. Y no debemos realizarlo con sufrimiento, si no trabajamos alegremente, no habrá ninguna utilidad”. De hecho, aunque Meishu sama determinaba sus tareas diarias con mucho rigor, nunca mostraba el mínimo de aflicción, y las ejecutaba cómoda y alegremente todos los días.
En verano, cuando residía en Hakone, Meishu sama tenía el hábito de pasear por los jardines, acompañado de Nidai sama y de una tía, en un breve descanso luego de las comidas. En esos paseos observaba cuidadosamente los lirios, las azaleas, el “hagui”, los bordos, los musgos, etc. Cuando se encontraba con el jardinero que cuidaba de esas plantas, siempre le dirigía palabras llenas de amor: “Muchas gracias; sea cual fuere el árbol, aunque pequeñito, si lo cuida bien se transformará en un bello árbol”. O comentaba con Nidai sama respecto de los fieles: “¿Cómo estará este Jardín cuando los fieles vengan aquí?, ¿Para la próxima visita estará completamente florecido?, sería bueno que pudiesen admirarlos en la época mejor”.
Podríamos comprender claramente la especial admiración que Meishu sama tenía por las obras de arte, si tenemos contacto con las obras expuestas en el Museo de Hakone.
Allá, en su vida diaria, Él estaba en contacto permanente con objetos artísticos. Su vida estaba íntimamente ligada al arte. Durante su breve descanso vespertino arreglaba su tiempo para, cada dos o tres días, poder acomodar y apreciar las porcelanas, las estatuas y los cuadros. Además de eso, organizaba y hacía investigaciones. De vez en cuando visitaba los museos de Bellas Artes e Histórico de Tokio, y era un asiduo frecuentador de exposiciones.
Meishu sama viajaba dos veces por año a la región de Kansai en primavera y en otoño. Su objetivo, al realizar tales viajes, era captar las bellezas de la región.
Si durante las entrevistas surgían discusiones sobre el Arte, esto era motivo de gran alegría para Él. Después de la construcción del Museo de Bellas Artes, en Hakone, Meishu sama iba allá diariamente, lo mismo en días de lluvia o de viento, a fin de dar orientaciones sobre la exposición de las obras. Se preocupaba por los mínimos detalles. Antes de cada exposición, en el Kanzantei, hacía un minucioso estudio sobre las obras a ser expuestas, preocupándose por su orden, posición, armonía con las otras obras, etc.
En los días en que no hacía visitas, se quedaba aproximadamente hasta las cinco de la tarde dictando o corrigiendo textos. A las tres, tomaba una leve merienda (té con dulces), oyendo noticias por radio. Le gustaban mucho los dulces, que comía dos o tres veces por día, y decía: “Las personas saludables gustan de los dulces”.
JOHREI PARA LOS SERVIDORES
A las cinco de la tarde, hora del noticiero, Meishu sama encendía la radio y afectuosamente transmitía Johrei a los servidores en purificación. En apenas algunos minutos ellos recuperaban las energías y volvían a servir con gratitud y constancia.
Los pedidos de Johrei generalmente eran hechos a la hora del desayuno. El simple acto de hacer el pedido por parte de la persona, muchas veces ya era suficiente para que desapareciese su sufrimiento. Lo mismo ocurría con personas gravemente enfermas, que algunas veces recibían gracias con sólo una oración solicitada por telegrama.
Aunque estuviese muy atareado o cansado, Meishu sama decía: “Aquél que esté purificando, dígamelo sin vergüenza”. Transmitía Johrei a sus familiares o a los servidores de la misma manera, sin hacer distinción alguna. Si debido a sus innumerables tareas, una persona en purificación diera muchas vueltas para pedirle Johrei, Meishu sama lo reprendía: “La vergüenza es pecado. ¿Por qué no me pide Johrei en vez de estar sufriendo?”.
En esas condiciones, cuando algún servidor era atacado por un mal repentino, se le comunicaba a Meishu sama que decía: “Tráigalo inmediatamente”, y con todo placer Él le transmitía Johrei.
COMIDAS, CINE
A las cinco y media de la tarde Meishu sama tomaba otro baño y hojeaba los diarios vespertinos. Como hacía por la mañana, señalaba los títulos con un lápiz rojo. A las veintitres, reunía los diarios matutinos y vespertinos y pedía que un servidor se los leyese.
La cena era a las dieciocho. En esa ocasión, la familia entera se reunía, y se podía observar un ambiente familiar armonioso y agradable. Cuando una amistad íntima era invitada, las charlas se tornaban cada vez más animadas, y se formaba una atmósfera de tanta alegría, que daba la impresión de una comida en el Paraíso Terrenal.
En los días impares, luego de comer, se exhibían filmes para entretenimiento de los servidores, en Sakemi, y Meishu sama también los miraba acompañado de Nidai sama. A ella le gustaba mucho el cine y acostumbraba a decir: “Yendo al cine, nos tornamos más inteligentes”.
En el caso de que algún servidor no asistiese al filme debido a sus quehaceres, Meishu sama hasta lo reprendía: “Debía haber ido y dejado su tarea en la cocina para después. No debe perderse filmes como ése”.
KIGO (Escritura hecha con Pincel)
A partir de las diecinueve horas, cuando no había exhibición de cine en el período de descanso luego de comer, Meishu sama se dedicaba a escribir los caracteres de la Imagen de la Luz Divina y de Ohikaris. En esos momentos, también escuchaba radio. En los días de calor llegaba a escribir hasta con los hombros desnudos.
Realizaba esa labor durante una hora y media. Su destreza era sobrehumana. Hacía de cien a doscientas Imágenes y de seiscientos a setecientos Ohikaris en una hora. Por eso, los tres servidores que lo ayudaban tenían que ser ágiles y trabajar al mismo ritmo, ejecutando la tarea con perfecta sincronización.
Meishu sama decía: “Esta es una verdadera línea de montaje”, y aún más: “Yo tomo partido por la eficiencia”. Sonriendo agregaba: “A ustedes les llevará por lo menos tres años para hacerse hábiles”.
Las letras que Él escribía quedaban impregnadas de una energía extraordinaria y de un amor infinito; ejercían una enorme atracción. Cierto calígrafo lo alabó diciendo: “Es un artista maravilloso. Insuperable aún ejercitándose la vida entera”. En esa época, acababa de ser construído el Museo de Bellas Artes. Por eso, luego de terminar con el “kigo”, Meishu sama se quedaba hasta las 21:00 leyendo e investigando libros sobre Arte. Los principales eran de la colección de Eumorfopoulus, y los cuadernos de Hakutsuru y Seisanso Seisho (pertenecientes al Museo de Bellas Artes Nezu).
Además, leía colecciones de obras universales, a Taisho, Meikikian, etc.
MASAJES EN LOS HOMBROS
A las 21:00 horas Meishu sama descansaba escuchando los noticieros en la radio. Mientras tanto los servidores le hacían masajes en los hombros, y también a Nidai sama y a la tía. Todos, unánimemente afirmaban que los hombros de Meishu sama eran extremadamente suaves, sin ningún endurecimiento.
No era raro que las purificaciones de los servidores disminuyeran por el simple hecho de hacerle masajes. Algunos de ellos, satisfechos, decían: “Es un placer masajear los hombros de Meishu sama. Recibí muchas bendiciones con esa práctica”.
LA CENA LOS INFORMES
Meishu sama realizaba un refrigerio a las veintidós y treinta. Era una comida liviana: comía un sandwich, una fruta o fideos. Siempre oyendo radio.
Finalizado el noticiero, todos los servidores iban a llevarle sus saludos y agradecer por la protección recibida durante el día. Terminaba así un día más de trabajo de los servidores. Después, aunque surgiese alguna tarea, era el mismo Meishu sama quien la ejecutaba. Jamás los llamaba nuevamente, exceptuando a aquéllos que tenían tareas especiales.
Cierto día, más o menos a media noche, Meishu sama quiso tomar una soda. Un servidor que aún estaba trabajando, le dijo que iba a llamar a una de las señoras. Meishu sama le respondió: “No es necesario, creo que ya están durmiendo. Deje que yo voy a buscarla. Está en la heladera”. Y Él mismo iba a buscarla. Por otro lado si encontraba la heladera con la puerta abierta o desarreglada por dentro, al día siguiente llamaba al responsable y lo reprendía. Meishu sama era al mismo tiempo muy amable y muy severo.
Después del saludo de la noche, recibía de manos del secretario los informes referentes a los diversos sectores de la Institución. De acuerdo con el movimiento diario, transmitía las orientaciones adecuadas.
En lo concerniente a la difusión, Meishu sama estudiaba las condiciones para la expansión de la Institución, no sólo en Japón sino también en el exterior. Estaba siempre atento a las purificaciones ocurridas en el mundo. Y a los resultados del Johrei transmitido por los fieles.
Recibía, también, informes diarios sobre el número de visitantes al Museo de Bellas Artes, separados en miembros y público. Basado en esos informes, Meishu sama daba sus orientaciones.
Investigó también, con inusitado interés, sobre Agricultura Natural, procurando saber la situación de aquéllos que la divulgaran y las influencias del clima, la lluvia, los vientos, la temperatura, entre otros factores acerca de los cultivos.
MEISHU SAMA DICTABA SUS ENSEÑANZAS Y POEMAS
La lectura de los diarios terminaba aproximadamente a la media noche, y seguidamente Meishu sama comenzaba a dictar sus Enseñanzas o poemas. Así es como eso se procesaba. Un servidor, encargado de las anotaciones en los últimos años de la vida de Meishu sama, nos cuenta que el Maestro le dijo un día: “De hoy en adelante cuando yo lo llame, es para que anote lo que le voy a dictar. Tome lápiz y papel y venga corriendo”.
Por lo tanto, cuando era llamado, venía inmediatamente, lápiz y papel en mano, aunque Meishu sama estuviese en el baño o en el jardín. Si algún título le venía a su mente, estuviera donde estuviese, Meishu sama llamaba al servidor y le pedía que lo anotase. Siempre había de treinta a cuarenta títulos anotados. A la noche, el servidor los leía y Meishu sama escogía uno para desarrollarlo. Había títulos anotados para un mes.
Meishu sama dictaba ininterrumpidamente, pero con facilidad y sin ninguna excitación. Esperaba que el servidor terminara cada párrafo y continuaba dictando. Las Enseñanzas generalmente eran largas, llenaban tres o cuatro páginas y Meishu sama dictaba tres o cuatro por noche. En ocasión de las ceremonias, el salmo era pedido a Meishu sama con más o menos una semana de anticipación. El decía: “Bueno...”, y se ponía a reflexionar durante uno o dos minutos, transmitiéndose Johrei en la nuca. Luego decía: “Traiga la lapicera”, y comenzaba a componer con una rapidez extraordinaria. Hacía unos treinta poemas en apenas veinte minutos. Una persona que sirvió a Meishu sama anotando lo que Él dictaba, escribió lo siguiente: “Aquellas extraordinarias composiciones fluían como una corriente de agua. Las palabras salían fáciles y agradables. Después de escritas, bastaban dos o tres correcciones y quedaban perfectas. Son composiciones simples, cristalinas, concisas, y se caracterizan por poder ser fácilmente asimiladas por cualquier persona. Las explicaciones de Meishu sama son accesibles y hechas con sinceridad. Las ideas esenciales se hallan expresadas con convicción y en una forma perfecta. Son palabras iluminadas, de un ser sobrenatural. Revelan un gran amor y una fuerza capaz de transformar al mundo. Su inmenso amor despierta en el hombre el amor amplio, extensivo a toda la humanidad, y elimina los pecados y la infelicidad”.
Si las anotaciones terminaban antes de la hora prevista, Meishu sama escuchaba la lectura de testimonios sobre gracias alcanzadas por los fieles o de artículos enviados por otras personas. Muchas veces mientras escuchaba, se levantaba y comenzaba a hacer gimnasia. La primera vez que un servidor presenció la escena, se quedó perplejo. Pero Meishu sama le dijo sonriendo: “Yo como equilibradamente, pero siento la falta de gimnasia”. Desde entonces, repetía esos ejercicios físicos todas las noches en que sobraba el tiempo. Meishu sama cuidaba bien de su físico. Los testimonios de fe lo deleitaban. Cuando oía un relato que mostraba detalladamente los efectos positivos del Johrei sobre las personas atacadas de fuertes intoxicaciones producidas por medicamentos, muchas veces Él se emocionaba hasta quedar con lágrimas en los ojos.
“Mientras leía tuve la sensación de que mi corazón iba a pararse, de que mi cuerpo se contraía”, así expresó un servidor su emoción en cierta oportunidad. Además, llegaban diariamente cerca de siete u ocho cartas escritas por los fieles y Meishu sama las leía a todas. Cuando lo creía necesario respondía personalmente.
REPOSO
A las dos de la mañana, Meishu sama comenzaba a prepararse para dormir. “Por hoy es todo”, decía.
En invierno, Él mismo apagaba el fuego del brasero y arreglaba el “kotatsu” (calentador colocado en una caja con alambre tejido y cubierta con una colcha, destinado a calentar los pies). Muchas veces la tía, aun levantada, intentaba ayudarlo, pero Meishu sama le decía: “Deje que yo mismo lo hago”. Apagaba hasta las brasas más insignificantes, iguales a la luz de una luciérnaga. En seguida, se acostaba hasta que el sol volvía a brillar. Esa era la vida cotidiana de Meishu sama, a menos que hubiese algún viaje especial cuyo objetivo fuese la difusión.
“Mientras leía tuve la sensación de que mi corazón iba a pararse, de que mi cuerpo se contraía”, así expresó un servidor su emoción en cierta oportunidad. Además, llegaban diariamente cerca de siete u ocho cartas escritas por los fieles y Meishu sama las leía a todas. Cuando lo creía necesario respondía personalmente.
REPOSO
A las dos de la mañana, Meishu sama comenzaba a prepararse para dormir. “Por hoy es todo”, decía.
En invierno, Él mismo apagaba el fuego del brasero y arreglaba el “kotatsu” (calentador colocado en una caja con alambre tejido y cubierta con una colcha, destinado a calentar los pies). Muchas veces la tía, aun levantada, intentaba ayudarlo, pero Meishu sama le decía: “Deje que yo mismo lo hago”. Apagaba hasta las brasas más insignificantes, iguales a la luz de una luciérnaga. En seguida, se acostaba hasta que el sol volvía a brillar. Esa era la vida cotidiana de Meishu sama, a menos que hubiese algún viaje especial cuyo objetivo fuese la difusión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario