No desperdiciaba ni siquiera energía eléctrica
Meishu sama daba mucha importancia a las pequeñas cosas que generalmente las personas acostumbran desperdiciar, como energía eléctrica, papel, agua. Si había una pequeña lámpara encendida en el baño, Él iba hasta allí sólo para apagarla diciendo: “¿Habré olvidado apagarla?” Así desde joven, Él tenía el hábito de, antes de ir a dormir, verificar si todas la puertas estaban cerradas o si no había alguna lámpara encendida inutilmente.
Debemos utilizar todo con eficiencia
Cierta noche, Meishu sama, apagando una lámpara que estaba encendida sin necesidad, dijo lo siguiente llamando la atención: “Apagando una lámpara encendida innecesariamente, hacemos que esa energía sea utilizada donde realmente se precisa de ella”. Él nunca desperdiciaba las cosas. Recibimos la gran lección de que todo debía ser usado con cuidado y eficiencia, sin desperdiciar lo mínimo que fuese.
Enseñé eso también a mis hijos, y hasta hoy, su práctica viene dejando grandes beneficios en todos los sentidos.
Debemos ponernos en el lugar del fabricante
Cierta noche escribía en un papel lo que Meishu sama dictaba. Por descuido cometí errores y estaba pasando a una hoja nueva cuando Él me dijo: “Por qué está cambiando la hoja solo por tener errada una o dos letras? No se debe desperdiciar así. Ni siquiera una simple hoja de papel, póngase en el lugar de quén lo ha hecho. Cuando no encuentro mas lugar para escribir de un lado del papel, uso incluso el reverso (Meishu sama acostumbraba usar hojas de papel blanco dobladas en su bolsillo para hacer sus anotaciones). Aún tratándose de un pañuelo de papel para limpiar la nariz lo seco y lo utilizo dos o tres veces. Desperdiciando las cosas no podrá progresar en la vida. Procure usarlas con más cuidado” .
Así Él reprendió con severidad y yo le pedí perdón profundamente. También con relación al cigarrillo, aunque de éste solo diera para apenas una bocanada, no lo tiraba, lo dejaba en el cenicero. Al principio cuando fui a servirle imaginando que el resto no sería usado, lo coloqué en la basura en el lugar de limpieza y en aquel momento, también recibí una dura advertencia.
Todo pertenece a Dios
Meishu sama acostumbraba fumar los cigarrillos hasta que quedaran pequeños. Cuando estaba en edad avanzada, fumaba solo un poco y dejaba para darles a los miembros.
En otra ocasión cuando iba a tirar un pañuelo de papel, me dijo: “¡Que desperdicio! No lo tire”. Así comencé a dejar los pañuelos de papel usados hasta que el mismo resolviese deshacerse de ellos. El acostumbraba decir: “Si esos pañuelos se secaran podrían ser utilizados nuevamente...”
Así, Él me enseño que “los verdaderos hombres de fe acostumbran a tratar las cosas con cariño, sin desperdiciar nada, pues todo pertenece a Dios".
Fumaba un cigarrillo varias veces
Meishu sama acostumbraba fumar el cigarrillo sin tragar el humo. La marca “Asahi”, por ejemplo, Él lo fumaba hasta en cinco veces, guardándolo cuidadosamente.
En los últimos años de su vida, un miembro recibió el resto de un cigarrillo de Él y después de fumarlo, recibió una gran milagro. Una persona que servía a Meishu sama comunicó el hecho y le pidió que de ahora en adelante les concediera las puntas de los cigarrillos. El consintió, desde entonces, siempre les daba a los dedicadores diciendo: “Dentro de poco habrá relatos de milagros”, y esperaba el resultado con placer.
Cuidaba de todas las cosas con cariño
Meishu sama cuidaba todo con el máximo cariño. Llegaba a usar más de dos veces hasta un simple pañuelo de papel. El desataba, por ejemplo, los nudos de las cuerdas de cañamo sin cortarlas, aunque fueran cortas. Al preguntarle si quería una tijera, respondía: “No quiero”.
En la bandeja que acostumbraba dejar cerca suyo, siempre había un cigarrillo de marca “Assahi”. En el cenicero, había un orificio en el que aquél encajaba. Él nunca fumaba de una sola vez: fumaba un poco, apagaba en el orificio del cenicero para aprovecharlo después. A veces un solo cigarrillo le alcanzaba para el día entero. No solo porque era época de guerra y había escasez de ellos, sino porque Él no los desperdiciaba, pero eso muestra que en lo cotidiano Meishu sama estaba tan atareado que no disponía de tiempo para fumar uno entero en una sola vez. Nosotros hasta dejábamos de fumar para ofrecerle cigarrillos. Él tenía un paladar sutil. Mandó confeccionar una pipa doble y, colocando cigarrillos diferentes, los saboreaba como si fuese un cóctel. Sin embargo, fumaba sin tragar el humo y ese hecho era conocido desde hacía mucho tiempo por todos.
Género remendado varias veces
A Meishu sama le gustaba dejar siempre junto a El, una bandeja donde colocaba objetos de uso personal diario como: pañuelos de papel, cortador de uñas, tijera, etc. Cierto día, tiré un escarbadientes usado que se encontraba en la bandeja. Entonces, Meishu sama mandó llamarme y me advirtió diciendo: “¿Por qué usted tiró el escarbadientes sin mi permiso?.” En aquella ocasión supe, por primera vez, que Él usaba el escarbadientes varias veces, sacándole punta con un cuchillo. Fue por eso que recibí aquella advertencia. Meishu sama trataba esas pequeñas cosas, casi imperceptibles, con mucho cuidado.
Aun un pañuelo, Meishu sama lo usaba hasta que se gastaba y tenía que ser remendado varias veces por su tía. Cuando le preguntaban si no era mejor dejarlo fuera de uso, decía: “No, aún sirve". Asimismo, no lo sustituía con facilidad.
Puño cocido varias veces
Encuentro que las personas en general, piensan que Meishu sama usaba artículos de primera calidad. Como yo dedicaba cuidando sus ropa, afirmo que Él escogía realmente buenos artículos pero los usaba hasta que quedaban gastados, mandándolos a remendar y zurcir varias veces. Los puños del kimono estaban gastados a tal punto que parecía que la próxima vez no habría manera de arreglarlos. Ellos se estropeaban nuevamente con el sudor y eran de nuevo lavados y cosidos. Después, de pronto, casi no se percibía el remiendo.
Meishu sama era, por lo tanto, una persona bastante sencilla y procuraba no desperdiciar las cosas.
Me alimento de la sinceridad de los que ofrecen
Meishu sama nunca, en situación alguna desperdiciaba los alimentos, principalmente cuando se trataba de ofrendas hechas por los fieles. Cuando sobraba comida en la cena, mandaba guardar para la próxima oportunidad y se servía de ella al día siguiente. Aquel gesto, creo yo, significaba alimentarse de la sinceridad del ofrendante. Cuando sus refrigerios eran preparados con alimentos ofrecidos por los miembros, aunque Él no los comiese todos, procuraba siempre probar un poco de cada uno de ellos.
Un dedicador
Debemos utilizar todo con eficiencia
Cierta noche, Meishu sama, apagando una lámpara que estaba encendida sin necesidad, dijo lo siguiente llamando la atención: “Apagando una lámpara encendida innecesariamente, hacemos que esa energía sea utilizada donde realmente se precisa de ella”. Él nunca desperdiciaba las cosas. Recibimos la gran lección de que todo debía ser usado con cuidado y eficiencia, sin desperdiciar lo mínimo que fuese.
Enseñé eso también a mis hijos, y hasta hoy, su práctica viene dejando grandes beneficios en todos los sentidos.
Un dedicador
Debemos ponernos en el lugar del fabricante
Cierta noche escribía en un papel lo que Meishu sama dictaba. Por descuido cometí errores y estaba pasando a una hoja nueva cuando Él me dijo: “Por qué está cambiando la hoja solo por tener errada una o dos letras? No se debe desperdiciar así. Ni siquiera una simple hoja de papel, póngase en el lugar de quén lo ha hecho. Cuando no encuentro mas lugar para escribir de un lado del papel, uso incluso el reverso (Meishu sama acostumbraba usar hojas de papel blanco dobladas en su bolsillo para hacer sus anotaciones). Aún tratándose de un pañuelo de papel para limpiar la nariz lo seco y lo utilizo dos o tres veces. Desperdiciando las cosas no podrá progresar en la vida. Procure usarlas con más cuidado” .
Así Él reprendió con severidad y yo le pedí perdón profundamente. También con relación al cigarrillo, aunque de éste solo diera para apenas una bocanada, no lo tiraba, lo dejaba en el cenicero. Al principio cuando fui a servirle imaginando que el resto no sería usado, lo coloqué en la basura en el lugar de limpieza y en aquel momento, también recibí una dura advertencia.
Un dedicador
Todo pertenece a Dios
Meishu sama acostumbraba fumar los cigarrillos hasta que quedaran pequeños. Cuando estaba en edad avanzada, fumaba solo un poco y dejaba para darles a los miembros.
En otra ocasión cuando iba a tirar un pañuelo de papel, me dijo: “¡Que desperdicio! No lo tire”. Así comencé a dejar los pañuelos de papel usados hasta que el mismo resolviese deshacerse de ellos. El acostumbraba decir: “Si esos pañuelos se secaran podrían ser utilizados nuevamente...”
Así, Él me enseño que “los verdaderos hombres de fe acostumbran a tratar las cosas con cariño, sin desperdiciar nada, pues todo pertenece a Dios".
Un dedicador
Fumaba un cigarrillo varias veces
Meishu sama acostumbraba fumar el cigarrillo sin tragar el humo. La marca “Asahi”, por ejemplo, Él lo fumaba hasta en cinco veces, guardándolo cuidadosamente.
En los últimos años de su vida, un miembro recibió el resto de un cigarrillo de Él y después de fumarlo, recibió una gran milagro. Una persona que servía a Meishu sama comunicó el hecho y le pidió que de ahora en adelante les concediera las puntas de los cigarrillos. El consintió, desde entonces, siempre les daba a los dedicadores diciendo: “Dentro de poco habrá relatos de milagros”, y esperaba el resultado con placer.
Un familiar
Cuidaba de todas las cosas con cariño
Meishu sama cuidaba todo con el máximo cariño. Llegaba a usar más de dos veces hasta un simple pañuelo de papel. El desataba, por ejemplo, los nudos de las cuerdas de cañamo sin cortarlas, aunque fueran cortas. Al preguntarle si quería una tijera, respondía: “No quiero”.
En la bandeja que acostumbraba dejar cerca suyo, siempre había un cigarrillo de marca “Assahi”. En el cenicero, había un orificio en el que aquél encajaba. Él nunca fumaba de una sola vez: fumaba un poco, apagaba en el orificio del cenicero para aprovecharlo después. A veces un solo cigarrillo le alcanzaba para el día entero. No solo porque era época de guerra y había escasez de ellos, sino porque Él no los desperdiciaba, pero eso muestra que en lo cotidiano Meishu sama estaba tan atareado que no disponía de tiempo para fumar uno entero en una sola vez. Nosotros hasta dejábamos de fumar para ofrecerle cigarrillos. Él tenía un paladar sutil. Mandó confeccionar una pipa doble y, colocando cigarrillos diferentes, los saboreaba como si fuese un cóctel. Sin embargo, fumaba sin tragar el humo y ese hecho era conocido desde hacía mucho tiempo por todos.
Un miembro calificado
Género remendado varias veces
A Meishu sama le gustaba dejar siempre junto a El, una bandeja donde colocaba objetos de uso personal diario como: pañuelos de papel, cortador de uñas, tijera, etc. Cierto día, tiré un escarbadientes usado que se encontraba en la bandeja. Entonces, Meishu sama mandó llamarme y me advirtió diciendo: “¿Por qué usted tiró el escarbadientes sin mi permiso?.” En aquella ocasión supe, por primera vez, que Él usaba el escarbadientes varias veces, sacándole punta con un cuchillo. Fue por eso que recibí aquella advertencia. Meishu sama trataba esas pequeñas cosas, casi imperceptibles, con mucho cuidado.
Aun un pañuelo, Meishu sama lo usaba hasta que se gastaba y tenía que ser remendado varias veces por su tía. Cuando le preguntaban si no era mejor dejarlo fuera de uso, decía: “No, aún sirve". Asimismo, no lo sustituía con facilidad.
Un dedicador
Puño cocido varias veces
Encuentro que las personas en general, piensan que Meishu sama usaba artículos de primera calidad. Como yo dedicaba cuidando sus ropa, afirmo que Él escogía realmente buenos artículos pero los usaba hasta que quedaban gastados, mandándolos a remendar y zurcir varias veces. Los puños del kimono estaban gastados a tal punto que parecía que la próxima vez no habría manera de arreglarlos. Ellos se estropeaban nuevamente con el sudor y eran de nuevo lavados y cosidos. Después, de pronto, casi no se percibía el remiendo.
Meishu sama era, por lo tanto, una persona bastante sencilla y procuraba no desperdiciar las cosas.
Una costurera
Me alimento de la sinceridad de los que ofrecen
Meishu sama nunca, en situación alguna desperdiciaba los alimentos, principalmente cuando se trataba de ofrendas hechas por los fieles. Cuando sobraba comida en la cena, mandaba guardar para la próxima oportunidad y se servía de ella al día siguiente. Aquel gesto, creo yo, significaba alimentarse de la sinceridad del ofrendante. Cuando sus refrigerios eran preparados con alimentos ofrecidos por los miembros, aunque Él no los comiese todos, procuraba siempre probar un poco de cada uno de ellos.
Un dedicador
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