A mí mismo me causa pesar. Mi tarea es abrir un nuevo camino que esta en tinieblas, como el actual. Por eso, Satanás y Davadatta (que es un primo y discípulo del Buda, que se volvió contra su maestro, e incluso ideó su muerte, y que se ha convertido en un símbolo de lo diabólico), huyen furibundos. Me siento rodeado de una pared erizada de aguijones de celos, envidias, persecuciones, calumnias y malos entendimientos. Intentar sobrepasar esos males y convertir gradualmente este mundo infernal en un Paraíso, es más difícil de lo que uno se puede imaginar.
Sin embargo, como gozo de la protección del Espíritu Supremo, mi tarea no es tan ardua como podría parecerles a los no creyentes, y vivo agradecido por ser tal vez el hombre más feliz en el mundo, y con un maravilloso destino.
No obstante, hay una cuestión, además de la mencionada, que me causa un gran sufrimiento, y que está relacionada evidentemente con la ciencia médica moderna. Si bien por muchos años he estado hablando y escribiendo sobre las falacias de la medicina moderna, nunca me he atrevido a decir toda la cruel verdad. Siempre he tenido el cuidado de moderarme, y de evitar hacer observaciones que pudieran tener un efecto contraproducente, porque siento que si se revelara toda la verdad, ello acarrearía más problemas. Además, aunque haya querido proclamar la verdad, Dios me ha prohibido terminantemente hacerlo, hasta que llegue el momento oportuno.
He recibido de Dios definitivas y completas instrucciones sobre la salud y las enfermedades humanas. De no haber sido así, nunca habría hablado sobre tarea tan colosal como es la creación de un mundo libre de enfermedades. Puedo hablar de una manera audaz, porque tengo absoluta confianza. Sé que el fundamento para eliminar los sufrimientos humanos es la erradicación de la enfermedad, y por eso, cuando observo a la humanidad actual, debo decir que su situación es muy trágica, y que me causa un intolerable sufrimiento.
Me encuentro atrapado entre mi compasión por la lamentable situación del hombre, y la prohibición que me impuso Dios de decir toda la verdad. Es estado de mi espíritu, por tanto, es de inocultable ansiedad por la llegada del momento oportuno.
3 de Junio de 1950
La verdadera salud revelada por Dios - pág. 12
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